Thursday, 13 May 2010
Contrabando
Nasrudín solía cruzar la frontera todos los días, con las cestas de su asno cargadas de paja. Como admitía ser un contrabandista, cuando volvía a casa por las noches, los guardas de la frontera le registraban una y otra vez. Registraban su persona, cernían la paja, la sumergían en agua, e incluso la quemaban de vez en cuando. Mientras tanto, su prosperidad aumentaba visiblemente. Un día se retiró y fue a vivir a otro país, donde, unos años más tarde, le encontró uno de los aduaneros. - Ahora me lo puedes decir, Nasrudín - le interpeló -. ¿Que pasabas de contrabando, que nunca pudimos descubrirlo? - Asnos - contestó Nasrudín.
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